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Anomalía

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Esto que les voy a contar sucedió hace ya algunos años, dormía en un nicho del cementerio Avellaneda, en donde trabajaba, la noche anterior había salido de juerga y mi cuerpo estaba rendido, era un día lluvioso y nadie se acercaba a visitar a sus difuntos. Descansaba en uno alejado de la vista de cualquiera, ubicado en la última fila de arriba y por las dudas había empujado un poco la escalera rodante hacia un lado, vaya a ser que asustara a alguien. Una tormenta tomaba la ciudad, con truenos, relámpagos y ese olor a lluvia tan característico, el sonido del agua golpeando el chaperío de los ranchitos que rodeaban la necrópolis, la concebían perfecta; sin embargo, en esa ocasión no la disfrutaba, estaba consumido en un sueño. En lo profundo del mismo, empecé a oír una voz a lo lejos, tardé en reaccionar y en estado de ultratumba por la borrachera nocturna, me levanté y olvidé donde estaba, zas… me di un cabezazo con el techo del cubículo. Pasé un rato conmocionado mientras

Noche de Halloween en Wilde

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Wilde, 25 de octubre de 2016 Noticia extraída de un periódico local: “Séptima víctima del asesino de jovencitas en Wilde”. El homicida mantiene en vilo a toda la población y la policía no consigue dar con su paradero. Una semana más tarde Lucia caminaba sola por la Avenida Mitre, volvía a casa decepcionada tras haber quedado con unas amigas para festejar Halloween, iba disfrazada de vampiresa, un traje que le sentaba perfecto a la coloradita de dieciséis años. Durante toda la noche estuvo tratando de impresionar al boludo de Fernando, mientras el susodicho parecía tener la atención puesta en una zombi morocha. Las ilusiones de varias semanas se fueron al traste, necesitaba estar sola, por eso en un momento de la fiesta, se escabulló sin que sus amigas se dieran cuenta y partió en busca del refugio de su habitación. Los patrulleros vigilaban como nunca antes la ancha e iluminada avenida, hasta el más corrupto de la seccional le tenía ganas al asesino serial. Lucia localizó e

El sentido final

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La mirada de Carlos ya mostraba signos del virus, el resto del grupo lo miraba consternado, su líder comenzaba el proceso de trasformación y luego en Fuengirola, solo serían seis las personas resistiendo tras los muros del Castillo de Sohail. Europa yacía en penumbras, solo permanecían algunos bastiones de seres pensantes diseminados por ahí, todo se había vuelto oscuro y hordas de depredadores hambrientos caminaban sin rumbo, devastando todo a su paso, un paisaje desolador. El grupo debía afrontar la inminente pérdida de Carlos, el cerebro y músculo, el que había librado mil batallas, el de la mano tendida y el corazón abierto en un mundo que paso de gris a oscuro en días. Justo, antes de entrar a la fortaleza, su brazo quedo atrapado en la boca de una persona sin alma y en ese instante, la suya tocó la puerta para despedirse. El líder sintió irrumpir algo desde sus entrañas, una ola de escalofríos sacudió su cuerpo, en sus venas algo se movía a toda prisa, era el

El comienzo del fin

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Es un humilde homenaje, estaba en medio de una historia y la noticia me paso por arriba. De esta mutación salió el micro que les dejo a continuación: Mi nombre es Martin, sin acento, no nací en este planeta solo estoy de paso, vengo en una misión a la Tierra, pertenezco a una Organización sin fines de lucro del Universo. Por culpa de un agujero negro nos retrasamos cincuenta años y llegamos tarde, si hubiéramos aterrizado según lo previsto por nuestros superiores, el planeta tendría posibilidades de sobrevivir, ya no tiene solución, esta semana se firmó la sentencia. Desde el otro lado de la Galaxia me pidieron una lista con cuarenta y ocho especímenes de la raza superior, en este caso los humanos. Como suele ocurrir en estos temas, se les otorga una segunda oportunidad en nuevo planeta deshabitado que nació hace unos pocos miles de años, aunque estarán bajo vigilancia del Conglomerado espacial, o se pensaban que le íbamos a dar otro lugar para que lo destruyan. Solía ser una

Fortunas

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Todavía faltaba un buen tramo para llegar a Monda, el dolor era insoportable, la remera blanca de Sumo se estaba tiñendo de rojo, haciendo tono con las letras del logo de la banda. El balazo de ese ruso de mierda había hecho estragos en mi cuerpo, comenzaron los escalofríos, encima, los putos faros de los coches de la vía contraria eran puñaladas que entraban por mis ojos, quienes pretendían bajar las persianas. Curvas y más curvas, líneas que se cruzaban. Me sentía cadavérico, cada vez más débil, no sé por cuanto podía mantener el control del Ibiza negro. Transpiraba como nunca en mi vida y eso que me la pasaba acarreando materiales en la obra. A lo lejos vislumbraba la gasolinera y la gran redonda de Alhaurín, en donde cada tanto hacían controles policiales, el poco oxígeno que entraba en mi cabeza bombeaba esa predicción …y sí, ahí estaban las sirenas azules enseñándome a los de verde. Como pude agarré la bayeta y me la pasé por la frente para sacarme un poco el sudor, aminor

La silenciosa

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Las sabias bocas del pueblo habían dado su veredicto, la silenciosa no estaba cuerda y era una amenaza latente. Estas le impusieron una orden de alejamiento tácita hacia los niños, aunque lejos estaba ella de interactuar de con alguien. Su figura comenzó a ser recurrente en los pícaros diálogos de los pequeños, ellos la veían desde una perspectiva contaminada por sus mayores; salvo Lucas, un pebete de diez años, quien tenía más calle que todos los habitantes de Villa Concepción juntos. Este percibía algo en aquella mujer que los demás no podían, desnudo de censura y sin una nota prohibitiva, tomó la decisión de sacarle alguna palabra a la desconocida. Había pasado un tiempo desde su aparición por las calles del poblado y aun nadie había escuchado su voz, lejos estaba de ser una tarea fácil. Detrás del almuerzo, Villa Concepción se sumía en un toque de queda, la siesta es sagrada por esos lares. Lucas pertenecía al grupo disidente y compartía travesuras junto a sus amigos. No l

Amor de Calle: Una noche agitada

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El bondi se escapaba entre la negrura de la noche, las náuseas hicieron desbordar en cómodas cuotas un líquido ácido por su boca, el mismo se esparció en la vereda de tierra de un barrio desconocido para este papelito blanco. No recordaba nada y su conciencia no entraba en sintonía, estaba regalado al mejor postor, era carne de primera para las aves de rapiña que sobrevolaban las calles en busca de una presa y Juan veía como la salvación se fue junto al colectivo perdido. Necesitaba despabilarse pronto, la penumbra de la calle y un árbol viejo camuflaban a este desventurado pibe de Avellaneda, que comenzó la noche de marcha por Capital y ahora trataba de volver en sí en un escenario oscuro. Había perdido el Norte luego de un par de tragos en un boliche, entre destellos de sobriedad trataba de ponerse a salvo y recordar como había llegado hasta allí. Un chispazo le devolvió un rostro angelical, una rubia de ojos claros. Comenzó a tiritar, solo una remera Converse lo protegía

Amor de calle, presentación

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Es el día del trabajador y llueve, una jornada ideal para lanzar: “Amor de calle”. Una historia en donde Laura y Juan son los protagonistas, dos jóvenes que se conocen en una discoteca de Buenos Aires. El amor es la excusa perfecta para jugar con las palabras y los tiempos. La idea es escribir una entrada o capítulo por semana a partir de hoy. Si estas del otro lado, espero con ansias tus comentarios, que serán una de las piezas fundamentales para moldear la historia. A continuación subo el inicio de “Amor de calle”.

Esencia

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Siento ganas de salir, alejarme antes que este mundo me devore, partir hacia la nada, donde encontrarme con mi esencia, sin ninguna capa de personalización impuesta. La ciudad es un desierto lleno de gente, camino solo a pesar de las miradas, a la única que le importo algo, es a la que me devuelve el espejo. No hay tristeza, hay un vacío indoloro y cruel que me acompaña, la pubertad se fue y se llevó la sustancia. Las palabras marcan el ritmo, me sacan del atosigamiento mientras preparo la partida. Atrás quedarán el mañana que nunca llegó y el ayer que lo esperaba, nunca el presente se hizo presente, siempre con vistas a otras realidades sin vivir la mía. El equipaje que me acompañara es escaso y tácito, solo sucesos puntuales en un rinconcito del alma. No hay lágrimas, no hay esperanza, solo desconocimiento. Me subiré al primer viento que se cruce y partiré en busca del sentido de esto que se llama vida.

Las féminas

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Caminaban en fila, tenían prohibido levantar la vista, solo podían ver el suelo, las reglas del miedo, el mundo se había ido al carajo hace tiempo, la humanidad se había suicidado y solo quedaban rastros de ella en viejos libros. Los machos alfas dominaban y temían el poder de las féminas, por eso, no dejaban que se relacionen, que tengan voz propia, solamente podían ser libres dentro de sus aposentos cuando se iban a dormir, luego de haber trabajado duro durante toda la jornada. Así, eran sus días en la Fortaleza, esclavas del sistema impuesto, su única misión en la tierra era la de procrear y servir a los machos alfas hasta la muerte. Ser fémina era un calvario, de principio a fin, vivían sujeta a las decisiones, en muchas ocasiones, aberrantes de sus amos. A lo largo de los años, varias féminas intentaron en vano escapar de la Fortaleza y como recompensa recibieron el filo de un cuchillo pasar por su cuello. Otras pudieron decidir por primera vez y resolvieron irse al más a

Un infierno liberador

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Viajaba en el tren Roca rumbo a Villa Domínico, con el volumen a tope para tapar las voces de la interminable fila de vendedores ambulantes. Como todos los días no quería estar con nadie, tenía el ánimo por el suelo, había sido un día de mierda en el laburo, como tantos otros. Miraba sin mirar, solo la voz de la cantante de Las Ligas Menores me conectaba con la humanidad, estaba desganado, tanto esfuerzo, tantas horas, tanto estrés para tan poca recompensa y encima aguantarse el bipolar estado de humor del jefe, hoy nos tocó su peor cara, pero de momento no había otra cosa, más que aguantársela. Todo eran pálidas y aun me faltaba un buen rato para llegar casa, necesitaba una buena ducha para sacarme la mufa y tratar de pegar ojo rápido, que mañana había que madrugar y volver a fichar, para seguir perteneciendo y sentirme parte de algo que llamaban vida. Hace tiempo que no conectaba con el Mundo. Todo paso muy rápido, la voz de Antonella ya no estaba acariciando mis oídos, ya

El Braian y Cajita

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El frío del metal enfundado en su panza hacia crecer su soberbia. Entre los guachines ATR, él era el comandante, el guacho más piola del barrio y solo tenía quince años. El tácito código de los viejos malhechores se evaporó en los noventa y nació un nuevo código, que se escribe día a día, más bien cada minuto en las calles de Buenos Aires y aquí lo tenemos al Braian, el pendejo más hijo de puta del barrio, en un plis-plas pasó de jugar a los videojuegos a robar bicicletas y ahora iba a por más, desde que tenía el fierro, se creía un ser superior, no tenía miedo a nada ni a nadie. Ese mediodía, pasado de rosca, sacó el treinta y ocho plateado y comenzó a gatillar, la bala sabia no quería salir de la recámara, estaba encasquillada, así que comenzó un juego apuntando primero a un anciano que no se dio por enterado, clic, clic, clic, sonaba en la callecita de tierra. La ruleta rusa continuó con un testigo de Jehová, que huyó despavorido, la gente solo miraba sin decir nada por miedo

Partida rápida

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Queda poca esperanza en este desierto, la arena se va comiendo las huellas de mis pasos, la mente no me deja autoengañarme con ningún oasis, cabrona y pesimista como siempre me tira la realidad encima. La tragedia sobrevuela en unos buitres que me acompañan desde hace rato. Desorientado camino hacia ninguna parte, a pesar de mi malogrado estado no me detengo, prosigo a puro corazón. Me caigo, me levanto y me vuelvo a caer, arrastrándome, maltrecho y herido trato de esquivar el pesimismo mental, prolijamente educado para no revelarse y ser sumiso hasta para dejarse morir democráticamente. El Sol arrecia fuerte y enciende la oscuridad, a lo lejos la veo, desde que vi “ el séptimo sello” , la muerte tenía rostro. Me arrastro con los codos, las manos hace rato eran un lastre, mientras el de la guadaña se aproxima. No puedo más, y detengo mi sosegada marcha, la muerte ya está aquí, saca su tablero de ajedrez y comenzamos mi juego final. A diferencia de Antonius Block, con la parc

Carapantallas

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Me desperté sobresaltado, una sensación extraña me invadía y repercutía por todo mi cuerpo. Fui directo al baño a tirarme un poco de agua por el rostro para despabilarme, el espejo me devolvió una realidad de arrugas y canas. Se viene otro día de mi vida en bucle, aunque las señales que percibía eran totalmente opuestas a la cotidianidad, un eslabón estaba por romperse. El café hacia bien su trabajo, mientras la gran pantalla me preparaba para una nueva jornada bajo el mandato del Nuevo Orden. Salí en búsqueda de la rutina, el decorado habitual de la urbe, todos los carapantallas caminábamos guiados por el casco yugular. Andaba distinto a sabiendas de que un suceso cambiaría o retocaría el orden impuesto —¿Qué será? — me preguntaba, los años borraron la última vez que había notado el mismo síntoma, para ser sincero solo me quedan retazos en la mente de ese día. La muchedumbre se dispersa en grandes edificaciones sin amor y absurdos iconos de la civilización reinante, accedo en

Comida rápida

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El sol había bajado la persiana hace un par de horas, me dirijo en busca de comida rápida. Camino entre calles tristes y un gentío apagado, que implora tácitamente un descanso luego de una ardua jornada laboral, lo delatan sus rostros, agotados y desfallecidos. Como todos los días, la urbe se transforma con la llegada de la noche, su decorado colorido muta por un gris opaco, y los actores principales también cambian, todo tipo de animales noctámbulos salen a escena. Y ahí voy yo, vestida de colegiala, con mis eternos catorce años, una presa fácil para los profanadores de niñas. Pero pateo despreocupada, no siento miedo y esto en muchas ocasiones me juega en contra. Mis padres me sermonean siempre, no les hago mucho caso, aunque en el fondo sé que llevan toda la razón. No recuerdo cuando nos mudamos a Buenos Aires, era muy chica, fue hace un montón de años, siempre estábamos cambiando de ciudad hasta que llegamos a la “Reina del Plata” y echamos raíces aquí. Mi hermano mayor va v

Suerte

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El calor era insoportable en la azotea del edificio Iris, ubicado en Arroyo de la Miel, aun así, alguien tenía que impermeabilizar los casi mil metros cuadrados para evitar posibles filtraciones que podrían llegar junto a las próximas lluvias, y ahí se encontraba el pelado junto a su rulo para realizar la faena. Cada tanto se echaba una pausa a la sombra para saciar la sed con las bebidas que traía en su pequeña, aunque rendidora, neverita color turquesa. La ola de calor se llevaba a unas cuantas personas hacia el otro barrio, por eso era precavido todo lo que podía, una gorra, líquidos y ropa clara, no vaya a ser cosa de facilitarle la tarea a la parca. Mientras estiraba el caucho rojo con el rodillo, en su cabeza se disparaban pensamientos, eso era lo bueno que tenía este tipo de tareas, podía escabullirse un rato en su mente, divagar o reflexionar sobre algo, mientras ponía el resto del cuerpo en modo automático. Esta vez, el tema se focalizó en su suerte: Pintar una terraza

Parecido razonable

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Volvíamos de jugar el fulbito de los sábados, eran partidos suavecitos entre familiares y amigos, nada que ver con los enfrentamientos encarnizados que se producían cuando jugábamos por la cancha, plata o algunas birras, ahí sí corría sangre. La canchita del cura Paco es única en el mundo, porque tiene un arco que corre paralelo a la calle diagonal que hay por detrás suyo. El terreno de juego en vez de rectángulo parece un trapezoide, al pobre arquero que le toque pararse en esa portería, seguro termina con un dolor de cuello infernal. El post-partido se hacía sobre la entrada de la torre quince, mientras unas Quilmes y alguna Coca Cola iban de boca en boca saciando la sed grupal, sólo se hablaba de fútbol, del picadito o de Boca y River, entre chicanas y risas se terminaba acabando la tarde, una postal de un sábado de siempre. Todo iba en su cauce normal, hasta que de la nada salió el Rengo y se dirigió directamente al Cabezón, así le decían no solo por su prominente cabeza,

Repique

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Venía de abandonar la secundaria casi cerrando el segundo curso, un cóctel de motivos se unieron para ello y ahora no es momento de repasarlos, me mudé del turno matutino al nocturno, en "el Rancho de Avellaneda", la mejor decisión que pude haber tomado. Recuerdo que no llegábamos a veinte alumnos, de vidas distintas, de barrios distintos y de edades distintas. En ese tiempo era un melófobo —palabra que tomé prestada del portugués, ya que no hay definición en castellano para el que odia la música—, entre mis compañeros se encontraba una parejita veinteañera, Marce y Rody que adoptaron rápidamente al pequeño morochito de Villa Corina, conocerlos fue un momento bisagra, con ellos aprendí a ver y escuchar la vida de otra manera. El dúo más Factura, otro gran recuerdo archivado en mi memoria, tenían las llaves para abrir el cerrojo musical impuesto en mí, eran rockeros, como lo era Sarandí en esos años, AC/DC, Led Zeppelin y Deep Purple eran una parte más de sus exi

Viraje

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Un pibe cualquiera, de un barrio del montón, caminaba por una de las calles de Avellaneda, deambulaba sin rumbo y herido de amor. El pobre pensaba, que era la persona más desdichada del planeta. El estanque de emociones se desbordo a través de sus ojos y la noche encubría su rostro de las miradas ajenas. Desde lo más profundo de su corazón, un amargo sentimiento invadía su ser.  Daba pasos arrastrados y descoordinados, sin siquiera levantar la vista, no tenía más ganas de vivir. Distraído en su suerte, no se imaginaba la sorpresa morbosa que el destino le tenía preparada en la siguiente esquina. Desde la nada, una voz de ultratumba canceló el duelo. “ — Eh guacho, dame todo o te quemó — era la voz del mismísimo diablo.” En su espalda sintió el frío plateado de una treinta y ocho. El desamor se evaporó en un instante, las ansias de perecer dieron un viraje tremebundo para darle paso a las de sobrevivir. “ — A ver… guachín, dame la guita, y no te va a pasar nada

Hoja en combate

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Una hoja en blanco espera impaciente ser inmortalizada, no quiere ser un folio más, pretende humildemente hacer historia. Espera en fila junto a otras cuatrocientas iguales, un ejército al servicio del escritor. Al fin la resma entra en combate, de reojo divisa como las primeras compañeras acaban abatidas en la papelera, un segundo grupo parece alcanzar el objetivo, cuando en un ataque de ira también sucumben masacradas, el enfrentamiento se vuelve feroz. Algunas han tenido suerte y se han ganado la confianza del señor al mando, ejerciendo de posavasos, aunque esté se cansa de ellas y las cambia a menudo. Otras han sido moldeadas para sobrevolar el bloqueo mental y caen bajo las garras felinas de Silvestre, el batallón se reduce en número y diezma las expectativas. Su espíritu rebelde no imagino nunca encontrarse envuelta en este holocausto, soñaba recibir honores vestida con frases memoriales, perfectamente distribuidas en su cuerpo blanco y de dimensiones exactas. Un ambien