Hoja en combate


Una hoja en blanco espera impaciente ser inmortalizada, no quiere ser un folio más, pretende humildemente hacer historia. Espera en fila junto a otras cuatrocientas iguales, un ejército al servicio del escritor. Al fin la resma entra en combate, de reojo divisa como las primeras compañeras acaban abatidas en la papelera, un segundo grupo parece alcanzar el objetivo, cuando en un ataque de ira también sucumben masacradas, el enfrentamiento se vuelve feroz.


Algunas han tenido suerte y se han ganado la confianza del señor al mando, ejerciendo de posavasos, aunque esté se cansa de ellas y las cambia a menudo. Otras han sido moldeadas para sobrevolar el bloqueo mental y caen bajo las garras felinas de Silvestre, el batallón se reduce en número y diezma las expectativas.


Su espíritu rebelde no imagino nunca encontrarse envuelta en este holocausto, soñaba recibir honores vestida con frases memoriales, perfectamente distribuidas en su cuerpo blanco y de dimensiones exactas.


Un ambiente espeso a causa del humo rubio, atiza la zona, el paisaje es desolador, hay partes de lienzos esparcidos por todos los rincones del terreno. El día arranca con bajas y el humor del comandante es desmoralizador, su turno para entrar en la batalla dialéctica es inminente.


Se siente preparada, para eso fue creada, cuando de repente el escritor bloqueado se acerca y se queda parado mirándola, se siente reflejado en ella, está en un blanco abismal. La luz se apaga y su destino se posterga, tuvo mejor suerte que sus veinticinco antecesoras devoradas por el atasco literario.


Vuelve la luz y él de enfrente no es el mismo, parece otro, se lo ve exultante y atiza las teclas poseído por la inspiración, el tipo no para, de vez en cuando se levanta y vuelve corriendo al puesto de mando. Ella encabeza el último regimiento, sale la orden a través de una tecla y unos rodillos la transportan, mientras la impregnan de un arsenal de frases para sobrevivir y convertirse en esta hoja.

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